Agotados y secos por el sol, satisfechos por el juego y la terapia de hilaridad, llegan hambrientos a su casa.
El maíz dulce y caliente se riega por el piso de madera hacia la tierra... esa tierra que lleva el perfume de la esencia de todo...
Con el amor que se merecen abren la llave de la felicidad, contando los pasos sobre el río hasta llegar al agua dulce y fresca, donde bailan al son de los pajaritos y comparten juntos, olvidando el hambre que aplastaba su cuerpo como un puño interno, de vacío intenso, ay ay ay... llega a doler...
Su piel morena, suave y delgada, resiste las espinas de la selva que todos los días atacan lo imposible, dejando heridas y cicatrices para siempre...
No hay comentarios:
Publicar un comentario